Somos multitudes. Hay más microorganismos que células propias en nuestro cuerpo y las interacciones que forman apenas se empiezan a entender. La investigación promete, pero hasta ahora apenas estamos en la superficie
¿Quedará algo de un «yo» único e inequívoco cuando la madeja se desenrede?
Este espacio se inauguró hace ya algún tiempo hablando de la profunda conexión entre cerebro, intestinos y la microbiota. ¿Qué tan profunda, te preguntarás? Pues lo suficiente como para que la salud de tu cerebro dependa de la salud de tus bacterias. ¿No me crees? Pues si lees acá, verás que podemos estar ante una nueva forma de enfrentar situaciones tan disimiles como el Espectro Autista, la Esclerosis Múltiple, la Enfermedad de Alzheimer, o el mal de Parkinson, además de evidencia preliminar para prevenir ataques cerebrovasculares, la epilepsia o el Mal de Huntington.
El siguiente esquema refleja las potenciales formas que tenemos para aprovechar el microbioma humano:

En la parte A se observa la premisa más simple de todas: tenemos gente sana (en celeste-azul) que será nuestro grupo control y tenemos gente con alguna afección (en rojo). A partir de muestras fecales podemos comparar tanto la composición (que individuos hay) como el metaboloma (qué están haciendo). Aunque estas pruebas ya son rutinarias, tienen algunas limitantes. La principal es que las bacterias que se identifican vienen principalmente del colon y no son un sustituto confiable para lo que podamos encontrar en el intestino delgado.
En la parte B tenemos 3 formas distintas de aprovechar el microbioma para ensayos (pre)clínicos:
- Mecanismos de sonda: podemos «humanizar» a los animales de laboratorio (aka: ratones) mediante el trasplante de microbiota fecal que proviene de humanos, pudiendo así repoblar el intestino del roedor con una composición similar a la del donante humano. Al hacerlo, es posible reconstituir un fenotipo en el roedor similar al del donante humano, ofreciendo una forma preclínica de estudiar mecanismos que de otro modo serían
imposiblesmuy difíciles de estudiar en humanos. El análisis funcional se puede realizar a través de diversas pruebas de comportamiento animal y pruebas in vitro realizadas con técnicas moleculares y de imagen (puedes ver ejemplos acá, acá y acá).
- Trasplante fecal: el sueño de toda investigación que involucre microbioma y heces humanas. La premisa es simple: si las bacterias están conectadas con el cerebro, poniendo bacterias de una población sana dentro de una persona afectada con alguna condición, podemos mejorarla. Ensayos preclínicos han mostrado algunos avances en esta línea, como este estudio con personas dentro del espectro autista. No es que suene precisamente delicioso, pero es posible que el futuro de la medicina para algunas cosas sean las pastillas de excremento.
- Intervención dietética: quizás usted está enfermo pero no le apetece eso de las fecas ajenas. Podemos soñar con mecanismos menos repulsivos que tengan un impacto beneficioso a través de dietas selectivas y al consumo de prebióticos y probioticos (y sí, son cosas distintas). Hay que indicar que casi todos estos estudios se han hecho con animales, pero en suficiencia para empezar algunos ensayos clínicos en humanos.
La última entrada en la que abordamos el tema, cerramos con este párrafo:
¿Podemos estar en los días finales de todas estas enfermedades y condiciones? Lamentablemente lo máximo a lo que podemos aspirar hoy, con la evidencia existente, es a un mesurado optimismo
Toca ahora hacerse cargo de ese mesurado optimismo. La ciencia avanza lento, va paso a paso y la gente que trabaja en esto es muy cauta a la hora de asegurar algo (para que venga después algún conspiracionista a decir que está todo en youtube). Los estudios en salud humana están muy controlados y requieren muchas etapas para evitar que el daño no previsto supere los posibles beneficios. Y esto explica que la inmensa mayoría de las investigaciones que incluyen humanos se trabajen con muestras muy pequeñas (en no pocas veces, solo son estudios de casos aislados), no se haya hecho un seguimiento a largo plazo a las personas y no se tengan muchos estudios longitudinales (para saber la relevancia y su diferencia con los transversales, puedes leer esto). En algunos casos tenemos la dificultad añadida que hay un enorme sesgo de las muestras hacia un sexo (esclerosis múltiple hacia mujeres; autismo hacia hombres), debido a la propia etiología de estas condiciones. Pero probablemente el reto más complejo es poder tener una definición clara, precisa, estándar, medible y comparable de microbioma sano.
Un efecto colateral de todas estas investigaciones es que se está poniendo foco a la interacción entre microbiota y la acción de fármacos. A la luz de todo lo que hemos descrito, saber que 1 de cada 4 fármaco NO antibiótico mostró impacto en nuestros microorganismos resulta digno de atención. Se ha aprendido mucho en los últimos 5 años y, evidentemente, los próximos 5 años permitirán una mejor comprensión de hasta qué punto la microbiota puede traducirse en terapias para trastornos neurológicos.
Para saber más, recuerda que este post es la continuación de:
Cerebro e intestino: más cerca de lo que crees I
Cerebro e intestino: más cerca de lo que crees II
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Thanks!
Now, for time problems, I only can put the «science picture of the week» on sundays.
I hope I can return this kind of posts in the next year 😀